El corazón correcto (15 de marzo)
Por Marcelo Giacobbe
“Luego Jesús contó la siguiente historia a algunos que tenían mucha confianza en su propia rectitud y despreciaban a los demás: ‘Dos hombres fueron al templo a orar. Uno era fariseo, y el otro era un despreciado cobrador de impuestos. El fariseo, de pie, apartado de los demás, hizo la siguiente oración: “Te agradezco, Dios, que no soy como otros: tramposos, pecadores, adúlteros. ¡Para nada soy como ese cobrador de impuestos! Ayuno dos veces a la semana y te doy el diezmo de mis ingresos”. En cambio, el cobrador de impuestos se quedó a la distancia y ni siquiera se atrevía a levantar la mirada al cielo mientras oraba, sino que golpeó su pecho en señal de dolor mientras decía: “Oh Dios, ten compasión de mí, porque soy un pecador”. Les digo que fue este pecador—y no el fariseo—quien regresó a su casa justificado delante de Dios. Pues los que se exaltan a sí mismos serán humillados, y los que se humillan serán exaltados.’”
—Lucas 18:9-14 NTV
Los comienzos nos suelen generar expectativas que nos emocionan, pero también sentimos el peso de prepararnos para enfrentar las dificultades de cada proceso. Sea un nuevo proyecto, trabajo, estudio, etc., se suelen presentar estas sensaciones ambiguas.
En este año que comienza, ¿en quién o en qué vamos a depositar nuestra confianza para encarar los desafíos que vienen por delante?
La realidad es que todos estamos sujetos a cometer errores que muchas veces nos pueden costar caro. Para evitarlo es común que nos apoyemos en nuestras fortalezas o virtudes, pero por más que lo intentemos, lo más probable es que en algo vayamos a fallar.
La parábola inicial nos muestra dos posturas claramente opuestas, dos tipos de corazones. Uno confía en sus propias capacidades y habilidades para recibir el favor de Dios en su vida. El otro es un corazón que se reconoce débil, pero confía en que Dios puede cubrir sus falencias. Finalmente, Jesús nos enseña que la humildad es la llave para poder lograrlo.
Saber que Dios tiene el control nos ayuda a sobrellevar todo tipo de situaciones, pero la forma en que nos acerquemos a él es clave para poder recibir esa cobertura que todos necesitamos.
Aplicación:
Que este ayuno de comienzo de año no sea un contrato que queramos firmar con Dios para garantizar el éxito de lo que viene, sino una forma de acercarnos a él con humildad, reconociéndonos como personas que erramos, pero confiando que si Dios está con nosotros todo va a estar bien.
Oración:
Jesús, te entregamos este ayuno reconociéndonos débiles, pero confiando en tu misericordia que cubre multitud de errores. Ayudanos en todo lo que tenemos por delante y danos esa fortaleza que sólo podemos tener si vamos de tu mano. En tu nombre, amén.